Es sábado por la mañana y me dirijo a las instalaciones del CSIC en el Jardín Botánico para encontrarme con mi grupo de amigos. El propósito es asistir a la presentación que realizan dos amigos comunes para promocionar su proyecto de inversión ecológica, y así apoyarles y de paso, hacer "la cla" en la audiencia, como se hacia antaño. El ”postre” del acto es una visita guiada por los jardines, para la cual nos separan en pequeños grupos, y de esa manera el guía no tenga que dejarse las cuerdas vocales pregonando a gritos su sabiduría sobre el entorno.
Unos pocos meses antes tuve la oportunidad de estar en el mismo escenario, pero en horario nocturno, viendo ”Naturaleza Encendida”. El espectáculo realmente merece la pena, pero no deja ver las verdaderas estrellas del Jardín, que son las plantas que atesora, así que no podía perder una oportunidad como ésta para verlas.
Bonsáis
Empezamos la visita por la zona de bonsáis. Aparte de ser un árbol pequeño en una maceta (ojo, no todos los arboles pequeños en macetas son bonsáis 😮), para ser considerado como bonsái, además tiene que cumplir ciertas características, como que se tienen que ver al menos 3 raíces, han de estar erguidos hacia el visitante y las ramas tienen que estar cada vez más juntas entre ellas según subimos hacia la copa, creando así una forma triangular.
El Jardín tiene 120 bonsáis, 85 donados por Felipe González, la mayoría de los cuales se los dio Luis Vallejo, eminencia en este campo, y que incluso tiene un museo que lleva su nombre. Pero no podemos verlos todos ellos porque muchos están guardados recibiendo cuidados específicos, ya que son plantas muy delicadas. Los bonsáis tienen que tener los mismos cuidados que un árbol de tamaño natural, pero a pequeña escala.
Con mi nula experiencia en este tipo de plantas, pensaba que todos eran de una misma especie, denominada con algún nombre en latín, como arbor mínimum o arbor in tiestum. Pero la guía, muy condescendientemente me saca de mi error: los bonsáis pueden ser de muchas especies de plantas, aunque predominan las de hoja caduca, porque suelen ser más fáciles de cuidar, y se clasifican en función del tronco que tienen: helicoidales, multi-troncales, etc.
Diferentes tipos de bonsais |
En teoría, cualquier árbol o planta se podría convertir en un bonsái, quitándole su raíz principal, que actúa como su columna vertebral, para evitar que crezca en altura, pero dejando intactas sus raíces de anclaje. A partir de esta ”re-estructuración” de la planta, se reduce el crecimiento de su tronco, de sus ramas, y también de sus hojas, aunque se necesitan retoques. Dicho así, parece fácil, pero no debe de serlo tanto cuando en Japón, donde está más desarrollado este arte - a pesar de que la cultura de los bonsais empezó en China - existe una carrera de 6 años para ser un maestro en su cultivo y mantenimiento.
Invernadero
Pasamos luego al invernadero, que tiene un nuevo emplazamiento, ya que antes estaba en el Pabellón Villanueva. El motivo del cambio es que debido a la orientación del invernadero original, a espaldas de la salida del sol, a las plantas no les daba el sol por las mañanas, con lo que había que sacarlas todas las mañanas para que les diese el sol, y luego guardarlas por las tardes para que no se congelaran. 😳
Consta de tres secciones: desierto, subtropical y tropical.
En la parte del desierto empezamos viendo, como no, los cactus. Al ser plantas que crecen en zonas con poca agua, evolucionaron desprendiéndose de las partes que consumían más agua, como las hojas y las ramas, quedándose con esos pinchos que les caracterizan y que tienen la función práctica de evitar que el (poco) agua de lluvia que ha acumulado la planta se pierda.
La guía nos llama la atención sobre unos cactus muy particulares, ya que están colgados del techo y parece que tienen más cosas en común con las lianas que con el cactus ese que te regalaron hace tiempo y que tienes en el cuarto de baño o cerca del ordenador porque te han dicho que elimina las radiaciones de la pantalla.
Cactus en el invernadero |
Nos llama la atención unas curiosas piedras, muy pequeñas, que parecen cerebros, pero que en realidad son plantas carnosas que acumulan agua, y reciben el nombre de piedras vivas, originarias de Sudáfrica.
Continuamos con la zona subtropical, que presenta unas características intermedias entre el clima templado y el tropical, y que en nuestro país se da principalmente en las Islas Canarias. En una esquina se pueden ver unos representantes de estas islas como son los dragos, que comparten espacio con otras plantas más cotidianas como el árbol del aguacate, el café o la piña.
Y finalizamos con la parte tropical. En esta parte vemos vegetación con hojas grandes, grandísimas y en algunos casos, enormes. En general, en las selvas de este clima, y en este invernadero en particular, que intenta representar una de ellas, hay plantas muy altas, que no dejan que otras, más bajas, absorban el agua de la lluvia, con lo que éstas, a lo largo del tiempo, han desarrollado unas hojas más grandes para poder coger la mayor cantidad de agua que le dejan las plantas que están más arriba. Esto sucede a todos los niveles, con lo que, a menor distancia del suelo, las hojas con las que nos encontramos son más grandes.
En la Estufa de las Palmas se intenta (con éxito, todo hay que decirlo, gracias a su orientación y a unos aspersores que funcionan de vez en cuando) recrear el clima de una espesa selva tropical. Como acabo de terminar de leer un libro cuya acción transcurre en el Amazonas, ahora me doy cuenta el esfuerzo que debían hacer los protagonistas para abrirse paso con un machete en un ambiente como este.
Selva tropical en el invernadero |
En esta estufa podemos ver especímenes tan curiosos como las cromáticas aves del paraíso, (que no son pájaros, como yo creía), plataneros, un estanque con plantas acuáticas y plantas de papiro (de donde se supone que obtiene la materia prima de los pergaminos que te venden cuando vas a Egipto), plantas trepadores parecidas a la hiedra y que en realidad son de pimienta negra y varios ejemplares de las siempre fascinantes plantas carnívoras. En contraposición de lo que nos suele vender el cine, son carnívoras pasivas, no activas, ya que con sus paredes tan lisas consiguen que los pequeños insectos que se mueven por ellas, resbalen, y caigan a su interior sin posibilidad de volver a subir, muriendo por inanición.
Exterior
Salimos luego a la zona por la que transcurre el espectáculo nocturno, y nos detenemos en un árbol con una forma extraña, motivo por el que los niños de los colegios que visitan el Jardín le llaman Olmo pantalones. Este olmo, de más de 200 años de edad, murió luchando contra una enfermedad y los escarabajos que le invadieron, pero sigue siendo una referencia dentro del Jardín. En la fotografía se puede ver un vestigio del espectáculo nocturno, que a la luz del día casi ni se nota. 🎆
Olmo "pantalones" |
Sin embargo, este no es el árbol mas antiguo del jardín. Ese honor le corresponde a un ciprés que ya estaba en ese mismo sitio cuando se creó el Jardín, en 1780. Este es el típico árbol que se encuentra en los cementerios, ya que se decía que, al ser árboles tan altos, lanzaban las almas de los muertos al Cielo. La realidad, como suele ocurrir, es más prosaica; los frutos de los cipreses tienen un olor característico que ahuyenta a las ratas de los cementerios. Además, al ser el ciprés un árbol de copa alta y puntiaguda, sus raíces también son rectas y no se desvían hacia los lados, con lo que no hay peligro de que levanten las tumbas.
Cerca del mismo está lo que me parecía una sequoia, pero no es sino un olmo del Cáucaso, que con sus 45 m. de altura ostenta el título del árbol más alto del Jardín Botánico, al que por fortuna no le afectó la enfermedad que diezmó a los olmos comunes.
Ciprés y olmo del Cáucaso |
Pasamos por un árbol del ginkgo, una especie antiquísima de millones de años, de la que se dice que ya se alimentaban los dinosaurios, y que actualmente utiliza la medicina actual para crear compuestos que favorecen el riego cerebral. La hoja de este árbol es muy característica, ya que tiene forma de abanico y sus nervios son perfectamente paralelos. Igualmente de singular es su madera, ya que al tacto es blanda y muy difícil de quemar; de hecho, este fue el único árbol que sobrevivió a la catástrofe de Hiroshima.
Hoja de ginkgo |
Más adelante nos detenemos ante una planta de tejo, cuyas semillas, no el fruto, son tóxicas y se han llegado a utilizar en alguna guerra como arma "biológica". A pesar de ello, a esta planta se le ha dado el nombre de ”árbol del amor”. El motivo de este apodo es porque se plantaba en el exterior de las iglesias, y si te gustaba alguien, al entrar a la iglesia cortabas una rama y durante la misa se la tirabas. Si no le sacabas un ojo, y además la recogía, eras correspondido... y de ahí viene la expresión ”tirar los tejos”. Es en casos como éste cuando veo lo que hemos evolucionado hasta llegar a las aplicaciones móviles de citas. Recientemente, la medicina también se aprovecha del tejo para extraer ciertos componentes que evitan desagradables efectos secundarios provocados por la quimioterapia.
En la última parada de nuestro paseo nos encontramos con una palmera. A diferencia de lo que pensamos todos los que estamos en el grupo, resulta que la palmera no es un árbol ni un arbusto, sino una hierba, aunque eso si, una hierba gigantesca. La razón es que, si se corta su tronco, no encontraremos anillos concéntricos que nos muestren su edad, sino sólo unas hebras.
Palmera en Jardín Botanico |
Con la sensación de que se me ha pasado la mañana volando, termina la visita, pero antes de irnos, y como final sorpresa, en la puerta de salida nos encontramos con cientos de calabazas de todos los tamaños y colores. Al estar en época de Halloween, dudo si estas hortalizas están aquí siempre o solo en esta época del año. En cualquier caso, sería un buen colofón para esta mañana, sino fuera porque el punto final lo ponemos degustando un buen bocadillo de calamares frente a la entrada principal del Museo Reina Sofía
Selección de calabazas a la salida del Jardín Botánico |
Localizacion del Jardín Botánico |
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